Lenguaje, Visión y Audición

El Lenguaje  es otra de las habilidades cognitivas que   junto con los procesos visuales forman una interacción indispensable para el aprendizaje, tanto es así, que ambas son parámetros que se miden en las pruebas de inteligencia y no por casualidad son incluidas en el modelo de visión de A.M. Skeffington, ya que él decía, que el procesamiento visual solo adquiere sentido cuando interviene el habla y la audición.

Hay muchísimas teorías acerca de cómo adquirimos el lenguaje,  quién más estudios ha dedicado a este tema es el famoso lingüista Noam Chomsky, él  dice que nacemos con un software preprogramado en nuestro cerebro, ya que los nervios auditivos se mielinizan en el sexto mes de embarazo, de manera que en los primeros meses de vida, el  niño  (que tiene un sistema auditivo perfecto) es capaz de aprender  los sonidos de todos los idiomas que existan, pero las cosas cambian desafortunadamente, ya que para el primer año, los bebés ya sólo pueden distinguir los sonidos del idioma al que hayan estado expuestos durante los últimos seis meses.

Como muchos autores han estudiado, la Dislexia, como trastorno neurológico, es un problema de lenguaje y aunque los problemas visuales están presentes en los “disléxicos” no son la causa primaria de las dificultades para aprender a leer y escribir.

Los niños con dificultades severas de lectura y aún más en la escritura, (proceso que requiere de un tiempo mayor), tienen a la vez problemas de lenguaje, tanto expresivo como receptivo.  La capacidad cognitiva y lingüística proporciona cimientos únicos para la adquisición de muchas habilidades de comprensión cuando los niños empiezan a leer, de manera que, si el niño no posee un lenguaje interior, le será difícil asentar nueva información. La lectura es más fácil cuando se conocen las palabras, por lo mismo, no es de extrañar que no comprendan lo que leen y, por lo tanto, tampoco les guste leer.

El papel que juega la visión en la adquisición del lenguaje es de suma importancia, ya que además de aprender los sonidos, que dependen de la capacidad auditiva, la conciencia de que todas las cosas de este mundo tienen un nombre no aparece sino alrededor de los dieciocho meses.

Este avance se debe a que el sistema visual ya funciona a pleno rendimiento hacia los seis meses y a medida que la capacidad de atención y percepción visual aumenta, mes a mes, aprende los nombres para describir lo que ve, aprende su significado, lo relaciona con el contexto en que se usan las palabras así como la intención afectiva y sus consecuencias,  de manera que su cerebro empieza a relacionar e integrar información de varios sistemas, visión, cognición y lenguaje.

Cuando el niño aprende a decir “mamá” o “papá” descubre que puede controlar la situación.

 

 

También gracias al contacto visual, nos comunicamos mediante mensajes no verbales, ya sea con nuestro cuerpo, sonrisa, ceño fruncido, etc. Al mirar un rostro podemos extraer información, siendo una manera muy poderosa de comunicación.

Los niños muy pequeños, antes de adquirir el lenguaje, entienden y se comunican por señas, gestos y ademanes. Aprenden a levantar los brazos para que los carguen, a señalar o tomar lo que quieren y a sonreír para obtener lo que desean. Por otro lado, es importante saber que los niños adquieren un vocabulario más sofisticado cuando han mejorado la motricidad fina de sus dedos.

Según la científica cognitiva de la Universidad de Harvard Susan Carey, la mayoría de los niños se convierten entre los dos y cinco años en unos genios lingüísticos ya que aprenden un promedio de dos a cuatro palabras diariamente y miles de ellas durante estos primeros años. Más tarde, a los cinco o seis años, ese talento empieza a debilitarse, a los ocho años no queda ni rastro de su creatividad con las palabras, puesto que ha dejado de ser necesaria; de manera que este proceso se verá favorecido o desatendido por el entorno del niño, de ahí la importancia de hablarles mucho a los bebés, leerles, cantarles.

El lenguaje del niño florece si se cultiva y se apoya. Mientras más se le hable a un niño, mejor comprenderá el lenguaje, ampliará su vocabulario, el desarrollo fonológico, la comprensión de las palabras (semántica) y el orden de las palabras en una oración (sintaxis) que influye en el significado.

Actualmente, nuestra cultura es altamente visual y cada vez menos lingüística. Los videojuegos, ordenadores, televisión, móvil, proporcionan imágenes visuales a gran velocidad y poco vocabulario.  De manera que, si los niños están acostumbrados a escuchar construcciones tan sencillas, no debe sorprender que les cueste trabajo comprender párrafos completos y se les dificulte aprender mediante las clases que son generalmente exposiciones orales.

 

El lenguaje receptivo se logra mediante el aprendizaje auditivo y visual y se adquiere al escuchar y leer (no al ver televisión). Leer, es cómo escuchar a través de los ojos, de hecho, las culturas empezaron a escuchar con los ojos, ya que se comunicaban y aprendían el significado a través de formas gráficas primitivas, llamados pictogramas, más tarde los egipcios desarrollaron los jeroglíficos, ahora, los niños aprenden a captar el significado de los símbolos impresos al decodificar las palabras.

Ahora, ¿qué sucede en estos niños que no perciben de manera adecuada la secuencia auditiva o tienen problemas de lenguaje y además tienen problemas de percepción visual?

El niño no tiene ningún mecanismo disponible para aprender a leer y escribir, estos dos procesos van de la mano y las dificultades en uno repercuten en el otro. Existe una asociación visual y auditiva con los fonemas, ya que mediante la vista aprenden a ver los sonidos que forman las palabras y así relacionan las letras con los sonidos. Es por esto, que el desarrollo visual perceptivo hace más eficiente el desarrollo auditivo y del lenguaje, y a su vez el lenguaje y la audición capacitan a la visión para asumir la dominancia dentro del sistema sensorial.

Deja un comentario